martes, 6 de abril de 2010


Espanya se reafirma como país de la fiesta

Semana Pagana



8500 ingleses llegaron a nuestras playas en Semana Santa en busca de fiesta

La Generalitat tomará medidas y variará la oferta turística de Catalunya


Todo empezó con la desaparición de mi coche. Nada más salir de mi apartamento, para ir a cenar, me di cuenta de que no estaba donde lo había dejado. Llevaba dos días en Salou y hasta entonces todo había sido sol y paz. Pero esa noche iba a cambiarlo todo. Con la cara del que ve y no cree, empecé a buscar soluciones antes de que mi capacidad para mantener la cabeza fría fallase. ¿Robo? ¿Grúa? ¿Ilusión óptica?… Lo peor fue que en esa calle el estacionamiento estaba claramente permitido y era gratuito, con lo que la primera opción empezó a tomar fuerza. Anduve media hora hasta el depósito de vehículos; no estaba. Allí me indicaron que caminase otra media hora en dirección al típico descampado, siempre poco iluminado, que todo pueblo tiene. - "A veces la grúa los deja ahí" - me dijeron. Mientras rezaba para que la mía fuera una de "esas veces", la noche se enfrió. Llegué y tampoco estaba. Hay momentos en los que un hombre tiene que tragarse el orgullo y aceptar sus limitaciones; fue entonces cuando llamé a la policía.

El agente que contestó a mi llamada me confesó que la policía había desplazado decenas de coches porque un convoy de autocares se dirigía a Salou. Al parecer las calles no daban a basto. Encontré mi coche a dos manzanas del apartamento y no fue hasta entonces cuando empecé a asociar los sucesos. Mi padre me había dicho que en el telediario avisaron que un desembarco de ingleses iba a tomar las costas de Tarragona de manera inminente. Y me hice una idea de lo que estaba pasando.

Al fin pude dirigirme al restaurante, aunque no sin sortear auténticas manadas de guiris ebrios. Como si llevaran toda su vida confinados y ésa fuese su primera noche en libertad, y su primera copa. Botellas, disfraces, pinturas, globos, muñecas hinchables, travestis… Gente corriendo y dando gritos, subiéndose a los tejados y barriendo las calles. Todo patas arriba. “Si no puedes con tu enemigo únete a él” pensé, y me faltó poco. Pero no dejaba de darle vueltas a una idea, ¿Qué imagen tienen los demás países de nosotros? ¿Somos la discoteca de Europa? Quizás sea por nuestro clima o por el tipo de turismo que fomentamos, pero la imagen era desalentadora. Ni los informes del Banco Mundial sobre la situación económica de España son tan claros. Que 8.500 ingleses vengan a desahogarse a base de bien no es buena señal. Aceptemos de una vez nuestra condición de ‘país de la fiesta’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario